Bailar para contarlo

La vida de un bailarín de ballet contemporáneo en España es una lucha constante. No sólo hay que enfrentarse al propio cuerpo buscando a diario el límite de uno mismo. También hay que pelear para conseguir que el resultado de ese esfuerzo llegue al público, último eslabón en la cadena de la danza. La ilusión es máxima; el apoyo, escaso.baile.jpg

La cabeza de Pablo no puede dejar de funcionar. Ya son tres las opciones entre las que se debate para decidir dónde pasará el próximo año: Dresden le gusta, pero sin hablar alemán quizás no estaría tan cómodo como en Bruselas. Además, la belga es la mejor escuela de Europa. La tercera opción es Ginebra, allí tendría un sueldo, pasaría a formar parte de una compañía y, siendo tan mayor, quizás eso fuera lo más apropiado.

Tiene 24 años y lleva cinco formándose en el Real Conservatorio Profesional de Danza, la única escuela que ofrece en España una enseñanza oficial. Ni siquiera es una titulación, no equivale a una carrera universitaria, pero es a lo que la mayoría de jóvenes bailarines aspiran para completar su formación.

El Conservatorio incorporó a su programa la enseñanza de contemporáneo hace apenas seis años. Hasta entonces, el ballet clásico y la danza española eran las únicas disciplinas que la institución impartía. Este retraso en su incorporación es el reflejo de la tardía aceptación que este tipo de danza ha tenido en la sociedad española en comparación con el resto de países europeos.

Pablo está cursando el último año y pertenece a la segunda promoción de bailarines de contemporáneo que terminará en España su formación oficial. “Hay que tener en cuenta que es una carrera que acaba de empezar y todavía tiene cosas que están construyéndose. Es todavía casi un proyecto, aunque ya está bastante bien. Tiene muchas carencias, a lo mejor de número de horas, de profesorado, que debería haber más, pero lo poco que tiene está bastante bien y hay bastante calidad. Faltan muchísimas cosas. Para empezar, no hay una tradición, no hay una historia de danza en general, por lo tanto el contemporáneo ha nacido de la nada”.

Poco a poco, sin embargo, se va haciendo efectiva la aceptación de esta disciplina como arte. Cada vez, el público se acostumbra más a las representaciones abstractas de la cotidianeidad y ésta es precisamente la temática dominante en las coreografías de danza contemporánea. Poco a poco, el público que acude a estos espectáculos va superando a los seguidores de ballet clásico o bailes españoles tradicionales. “Nunca he comprendido por qué las personas tienen esta especie… casi un poco de respeto o miedo de la danza contemporánea. Yo creo que al revés, que nosotros estamos siempre mucho más cercanos al público. Yo creo que es incluso mucho más entendible para el público y siempre estamos tratando incluso temáticas más cercanas al día a día. Yo creo que el contemporáneo puede hablar, eso, de relaciones de pareja, hombre, mujer, de la situación de la mujer actual; podemos hablar de la violencia de género, podemos hablar de la drogadicción, del SIDA… Yo veo mucho más cercano eso que un príncipe que se encuentra en el cementerio con un espíritu y, no sé, nuestra temática es más cercana al público”. Es la opinión de Pedro Berdäyes, profesor de contemporáneo en el Conservatorio y fundador de la compañía 10 y 10 Danza. Su trayectoria es larga y él destaca en el mundo de la danza por haber apostado fuerte por algo tan arriesgado y, hasta hace poco, tan desconocido en España. Basándose en su experiencia, tiene una visión poco alentadora sobre el futuro de los jóvenes bailarines: “Nosotros conseguimos desde el momento de fundar 10 y 10…, hasta más o menos cuatro años atrás teníamos a los bailarines registrados con contrato fijo, seguridad social y con un sueldo de enero a enero. Llegó un momento en que no podíamos continuar porque era un suicidio. Fuimos casi obligados y forzados a trabajar con producciones, entonces ya tenemos que pagar por bolos, esos bailarines ya tienen que ir a otras compañías, están requetepluriempleados” y es como una pescadilla que se muerde la cola, ¿no?, es una cosa viciosa que se va tornando… casi nefasta, la situación”.

¡LUCES, CÁMARA… CANCIÓN!

Pablo divide su tiempo matemáticamente. Por las mañanas acude a clases en la universidad, donde cursa sus estudios en comunicación audiovisual, carrera que compagina con su formación artística. Por las tardes el conservatorio. Cuatro horas diarias de baile. El tiempo que le queda libre lo dedica a presentarse a audiciones para participar en cualquier espectáculo que incorpore algo de danza contemporánea: certámenes coreográficos, festivales, etc. Estos bolos le permiten ganar algo de dinero, aunque siempre de forma irregular e incierta. Las películas son un buen filón para conseguir ingresos. En el cine pagan bien por pocos días de trabajo, pero la tarea de buscar horas para los ensayos se convierte a veces en una verdadera odisea. Sobre su dedicación a la danza, afirma rotundamente: “Pensé que iba a ser un camino bastante difícil, pero si quieres algo, pues te tienes que arriesgar. Tengo una visión del futuro alentadora porque hay muchas posibilidades, todo se basa en encontrar lo que más te gusta y, hombre, está muy difícil, pero bueno, yo confío en que vaya a sobrevivir. Lo más cercano es terminar la carrera de contemporáneo y, bueno, estoy haciendo mis pequeños “pinitos” dentro de la creación coreográfica”. Difícilmente se entiende de dónde saca tiempo para ello. En su corta trayectoria cuenta ya con tres premios en esta disciplina. Para él, dedicar su tiempo a lo que le apasiona es, más que un sacrificio, un privilegio.

El otro lado de la cama fue la película más taquillera en España en el año 2002 y es la quinta más vista de todas las películas de cine español. Esta comedia romántica ha destacado por ser el primero de los musicales modernos en nuestro país. En ella se adapta la danza contemporánea al lenguaje cinematográfico, una propuesta arriesgada que tuvo una acogida abrumadora e inesperada por parte del público español, y a partir de la cual se han desarrollado proyectos similares con iguales resultados. El año pasado, sin ir más lejos, se presentó en la gran pantalla la segunda parte, Los dos lados de la cama. El coreógrafo de ambas películas ha sido Pedro Berdäyes. Con 10 y 10 en la primera parte y bailarines del conservatorio en la segunda, unió cine y danza de una forma amena, estética y novedosa; acercando así al gran público español una disciplina que hasta ahora llegaba a sectores muy reducidos de la sociedad.Berdäyes ha compaginado esta labor con la de profesor del conservatorio, además de haber sido co-director de 10 y 10 hasta hace poco y haber sido recientemente escogido como coreógrafo para la actuación de España en el próximo festival de Eurovisión 2006. Podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que él destaca como una figura encargada de acercar el contemporáneo al grueso de la sociedad. “Ojalá yo pueda conseguir eso: que sea una especie de publicidad para nuestro mundo de la danza contemporánea, ¿no? Yo tengo miedo pero me encanta”. Esta tarea es dura pero necesaria en la España actual, un país sin apenas tradición en lo que a lo contemporáneo se refiere, sobre todo si nos comparamos con Europa. “Nosotros tenemos algo que es una factura que siempre vamos a pagar muy cara: que aquí estuvimos con 40 años de franquismo. Esos 40 años se notan. Nosotros tuvimos el país prácticamente cerrado y esos países, nuestros vecinos, ya estaban haciendo cosas”.

UNA DANZA MANIATADA

Es un hecho innegable que desde el final del franquismo y la llegada de la democracia, España ha avanzado mucho artísticamente y se ha puesto al día con Europa a la velocidad del rayo. El esfuerzo ha sido grande. Muchos bailarines mantienen activa desde hace años una lucha encarnizada por hacer de la danza un arte reconocido y poder contar con el apoyo de las instituciones para su promoción y conocimiento. Las instituciones, sin embargo, parecen haberse quedado en el camino. “Ya la gente conoce más, sí que hay más gente en los teatros para ver danza contemporánea. Y es verdad que es un arte minoritario. Pero sí es cierto que falta el apoyo hacia esta pequeña cultura que es grande, porque realmente expresa muchísimo. Es una pena que no la potencien más”. Son las palabras de Carmen Werner, directora de Provisional Danza, una de las compañías más prestigiosas y con más larga trayectoria de contemporáneo en España. Sus bailarines tienen contrato laboral y cobran una mensualidad independientemente de las actuaciones. El sueldo es bajo, pero tanto desde fuera de la compañía como por parte de los propios bailarines se considera ésta una situación privilegiada en el mundo de la danza. “Seguimos con los mismos presupuestos que hace diez años. Ése es el problema. Una cosa por la que yo abogo es por… que el bailarín esté en una compañía estable, es decir, que el bailarín cobre su sueldo, tenga su seguridad social, como un trabajador cualquiera, pero es insuficiente la ayuda. Yo no llego todos los meses a poder pagar las nóminas”.

Sobrevivir en el mundo de la danza hoy en España está visto que no es fácil. La dedicación y el compromiso se dan por hecho. La lucha es diaria y constante y las dificultades muchas. Carmen afirma que “se sobrevive por milagro, yo qué sé, pues nosotros bailamos un montón, a Dios gracias, pero es cierto que los “cachés” son muy bajos, las subvenciones son muy bajas…”. “Yo como siempre pesimista, pero yo creo que ya es hora de que en este país las instituciones sepan distinguir muy claramente las personas que están en este mundo: unos luchando 15, 16, 20 años y otros que están empezando ahora. Eso es duro, cuando tú ves que, de repente, el pastel se divide de la misma manera. La cosa debería ser distribuida de una manera mucho más… mucho más honesta”– es la actitud de Berdäyes -.

LA FUGA DE CEREBROS

Pablo aún debe decidir qué hará el año que viene. Sus opciones son Ginebra, Bruselas o Dresden. España queda directamente descartada. “Si yo me voy a ir fuera, personalmente, es porque considero que me tengo que empapar de una cultura que aquí no hay. No me gustaría decir que la enseñanza en el extranjero es mejor o peor. En el extranjero hay más cosas, entonces están siempre un paso más allá en muchas cosas. No sé cómo decirlo, en España, al ser más difícil, la gente se entrega más, también, pues es un poco más humano, a lo mejor. El hecho es que hay buenos bailarines que salen de aquí”. Para Pablo es una opción personal, lo desalentador es ver que muchos se marchan porque no ven otra salida. Berdäyes, por su contacto diario con los jóvenes, conoce muchas de estas situaciones. “Hay personas que tienen esa inquietud, pero yo casi me atrevería a decir que el otro 50% es porque no tiene otra salida. El panorama es muy triste en el país”, opina Carmen. “Lo bonito de todo esto es cuando te encuentras con bailarines españoles en otras compañías extranjeras y ves que les va genial y que viven de eso”. Y es que todo profesional coincide en que España es una cantera de bailarines que fuera del país son mucho más valorados que dentro y, sólo cuando vuelven, alcanzan dentro de nuestras fronteras el reconocimiento que merecen.

A pesar de todo, no conviene olvidar que ha sido mucho el camino recorrido en tan poco tiempo. El pasado es la base para seguir construyendo y, aunque lo conseguido hasta ahora sea insuficiente, no existe la opción de tirar la toalla. Que la danza contemporánea haya alcanzado ya al gran público, cuando hace apenas 20 años se consideraba cosa del demonio, es un gran paso para que promotores e inversores, tanto públicos como privados, se hagan eco del mensaje positivo: un arte que tiene tanto que decir debe ser escuchado. “Por la propia filosofía de la danza contemporánea intentan crear también gente libre, en el sentido de no estar ahí como soldaditos. Gente que se comprometa y que pueda ofrecer algo, también”, afirma Pablo. No se puede matar la ilusión de quienes cada día luchan por crear lo que, al fin y al cabo, viene a ser la danza contemporánea: expresión en movimiento. Y si hay algo que nunca puede abandonar a quien practica este arte, es la ilusión.

 

Quelle: Revista Punto y Coma

 

 

 

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